En la piel joven las glándulas sudoríparas y sebáceas, suministran una lubricación y humedad adecuada. Pero alrededor de los cincuenta años la actividad de éstas glándulas comienza a disminuir y el resultado es una piel más seca. Esta sequedad tiende a acentuar las arrugas y pliegues.
Así mismo a medida que vamos envejeciendo nuestros huesos, grasa y músculos se encogen gradualmente. La piel por su parte se estira y en consecuencia, se afloja y se arruga.
Con el correr de los años estas influencias biológicas combinadas con las tensiones mecánicas, la fuerza de gravedad y la exposición a la luz del sol pueden dar lugar a cambios cutáneos notables.
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